lunes, 4 de julio de 2016

Salvó a Cracovia de la invasión tártara con su trompeta



Viajemos en el tiempo hacia mediados del siglo XIII. En aquellos días, el Viejo continente estaba agitado por un constante peligro, cuya amenaza se extendía a las principales capitales de la Europa Central.
Hordas de mongoles, venidas de las estepas del Oriente atacaban las ciudades por sorpresa, saqueando sin piedad y llevando consigo tanto el botín de las riquezas como un número incontable de prisioneros que eran vendidos como esclavos en las más crueles circunstancias.
Ya por esos tiempos, Cracovia no sólo era una ciudad bella e importante, sino que además se encontraba entre las más ricas.
Para defenderse y estar de sobreaviso ante posibles amenazas, las autoridades de la ciudad decidieron incorporar una guardia constante que, desde lo alto de las torres de Santa María, pudiese avistar la llegada de los invasores con la debida antelación, pudiendo dar la alarma en caso de peligro inminente.
La tarea sólo podría ser delegada a ciudadanos cuidadosamente elegidos en virtud de una excepcional responsabilidad y un valor a toda prueba. La rigurosa selección, en efecto, sólo podía incluir unos pocos, conocidos por su probidad y por su temple de espíritu.
Como nunca antes, la situación era de creciente amenaza. Los descendientes de Genghis Khan, habían extendido sus dominios a las cercanas Hungría y Rutenia, quedando en una posición estratégica muy conveniente para asolar las tierras del vecino Reino de Polonia.
Al amanecer de un día del lejano 1240, mientras la ciudad dormía profundamente, la temida caballería tártara hizo su aparición en el sombrío horizonte, no lejos de las torres fortificadas.
Inmediatamente, el centinela de la torre de Santa María comenzó a dar la alarma, con un toque de trompeta fuerte y cristalino, llamando a las tropas y despertando la ciudad del profundo sueño de la madrugada.
En pocos instantes, los toques de trompeta se hacían sentir en todas las direcciones, mientras la alarma se iba extendiendo con la rapidez del rayo, reuniendo apresuradamente la mayor cantidad de defensores posible.
Habiendo perdido el factor sorpresa, y al ver sus planes frustrados, los atacantes trataron de acercarse lo más posible de la torre, descargando una lluvia de flechas sobre el valiente trompetista.
Una de ellas, en siniestro vuelo, le atravesó la garganta, interrumpiendo en seco la llamada de alarma.
Pero ya era tarde. Centenas de soldados y de ciudadanos ya poblaban las torres y murallas, obligando a los atacantes a retirarse con las manos vacías. Cracovia estaba salvada.
El heroico centinela, que había salvado la ciudad a costa de su propia vida, fue enterrado con gran pompa y altísimos honores.
Y así como ciertas acciones heroicas pasan a la historia para recuerdo y edificación de las generaciones futuras, el recuerdo del intrépido trompetista aún no se ha borrado de la memoria colectiva.
Por el contrario, perdura hasta nuestros días, inmortalizado por el toque de trompeta que renovado cada hora, suena desde las alturas de la mismísima torre, cesando precisamente en la nota que la flecha tártara la interrumpió, casi 800 años atrás.
En primer lugar, el trompetista toca en la dirección del Castillo de Wavel, en honra del Rey. A seguir, repite el toque en la dirección del municipio, en honra de las autoridades de la ciudad, para repetirlo dos veces más: una hacia la puerta de San Florián, honrando a los visitantes, y finalmente hacia la Plaza del Mercado, en honra de comerciantes y ciudadanos.
Con el paso de los siglos, el toque de trompeta se ha tornado un símbolo del sacrificio patriótico para la nación eslava; y diariamente, a mediodía en punto, la propia Radio Nacional de Polonia lo transmite en directo para todo el país, siendo retransmitida hacia muchísimos otros rincones del globo, expresando los lazos de unión entre los inmigrantes que recuerdan las virtudes y tradiciones de su lejana patria.
Según muchos viajeros, la leyenda del toque de Trompeta de Santa María, se ha extendido más allá de lo que se podía esperar; la tradición oral transmitida y repetida por generaciones, ha continuado su camino cruzando las estepas de Mongolia y llegando incluso a la actual Kazaquistán, donde la historia del intrépido y valiente centinela que una vez frustró la invasión tártara a costa del sacrificio de su vida es conocida como la ‘leyenda de la Trompeta Dorada’…

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