El extranjero que conoce Polonia sólo de las imágenes
de televisión estará convencido que llega aun país totalmente católico.
Guardará en su memoria imágenes de multitudes rezando al dar la bienvenida a
Juan Pablo II, y - tal vez - alguna opinión sobre el carácter tradicional,
popular, de esta fe católica. Pero ya en Varsovia verá la cúpula oriental de la
catedral ortodoxa y el edificio clasicista del templo luterano, verá a las
personas rezando en la sinagoga, a los seguidores de Krishna trotando por el pasaje
comercial, y el cementerio judío rodeado de un nuevo muro, donde las lápidas
destruidas y profanadas por los nazis forman un paisaje lunar, inhumano. Y si
va más hacia el Este, encontrará cada vez más iglesias ortodoxas, visitará
pequeñas mezquitas de madera y cementerios musulmanes perdidos en los bosques.
tropezará con los viejos ortodoxos o los flagelantes. Pero no es necesario que
vaya más hacia el Este: en otras partes también encontrará íconos orientales en
los muros de los templos góticos o barrocos; en otros muros - interiores
modestos de las casas protestantes de rezo, y en otros - ricos altares
católicos y figuras de santos. Si se empeña un poco más en buscar, llegará a
una sanghi budista o alguna otra comunidad oriental. Y si echa una mirada a la
vitrina de una librería, reconocerá entre los autores de los libros allí
expuestos a los famosos gurus hindúes, cardenales católicos, profetas de New
Age, teólogos radicales, filósofos rusos ortodoxos, ateos celebres. El
extranjero se preguntará entonces en qué país se encuentra.
La respuesta debería ser simple: en un país católico.
En un país de catolicismo masivo, que sin embargo ha heredado una rica y
compleja tradición de tolerancia, de coexistencia secular de distintas
religiones, naciones y culturas. En el país que pasó victoriosamente por los
años de falta de independencia, por la ocupación nazi y el comunismo, para
encontrar finalmente la democracia y el mercado libre, la competencia y
relatividad de ideas, valores y actitudes. En el país que une el apego profundo
a la iglesia católica y sus ritos, considerados como signo de identidad, con la
apertura a lo diferente, con la fluctuación de comportamientos y elecciones.
Ello se debe a varias razones entre las cuales hay una
muy importante: en Polonia nunca hubo guerras religiosas. La historia y la
contemporaneidad de la religión en Polonia son experiencias de diversidad.
riqueza, diferenciación. Es una cohabitación bajo un cielo común - desde hace
más de un milenio - de gentes de distintas tradiciones, diferentes creencias y
culturas, costumbres y prácticas. Es verdad que no faltaron por aquí dramas,
conflictos y tensiones durante el período de guerras y de caos político, y
también en los tiempos cuando Polonia no era libre, cuando se encontraba bajo
el yugo del totalitarismo. Pero no eran aquellos dramas, conflictos y tensiones
los que determinaban y continúan determinando la vida polaca hasta hoy día. No
son ellos los que constituyen el sentido de la tradición generalmente aceptada.
La tradición del diálogo, comprensión común y construcción de una cultura que
se nutre con la diversidad de valores. Esta tradición cuenta ya más de mil
años, es tan antigua como el cristianismo polaco y el estado polaco, cuyas
primeras monedas fueron acuñadas por los artesanos judíos que no temían
escribir en ellas nombres de los príncipes creyentes en Cristo con letras
hebreas.
En la Europa antigua los judíos eran perseguidos. La
muchedumbre enloquecida por el odio hacía matanzas de los judíos. los monarcas
los expulsaban de sus países, y los burgueses - de los inframuros de las
ciudades. Ardían las hogueras - y a Polonia llegaban ríos de millones de
expulsados que encontraron aquí un refugio seguro, hasta el tiempo del
holocausto. En el medioevo tardío se llamaba a Polonia ,,paraíso judío" y
la palabra ,,Polin" significaba ,,puerto". ,,lugar de descanso".
Posteriormente, en los siglos XV, XVI y parte del XVII, Polonia se convirtió
además en un paraíso para ,,los herejes", para los husitas, anabaptistas y
otros radicales religiosos de toda Europa, perseguidos por su fe. Llegaban a un
país en el cual nadie podía ser preso sin la sentencia del tribunal, donde en
el siglo XVI la mayoría católica elegía al parlamento, en que los protestantes
y los ortodoxos desempeñaban un papel importante, en que uno de los diputados
católicos, representante de la nobleza polaca, Jan Zborowski, reclamaba a que
el candidato francés al trono polaco, Enrique de Valois, jurase la libertad
religiosa: ,,Si non jurabis, non regnabis!" - ,,Si nojurais -no
reinareis!". Y mientras tanto en Europa tenían lugar quemas religiosas y
matanzas, ardían las hogueras.
Cómo era aquella Polonia de la época de tolerancia,
que se extendía desde el siglo XV hasta la mitad del XVIII? Era un país feudal
en que la nobleza (10 - 15% de la sociedad) gozaba de todos los derechos
ciudadanos, entre otros, del derecho a elegir al rey. Pero la libertad de
palabra, culto y los derechos de autogestión abarcaban, en gran medida, también
a los burgueses, judíos, cosacos de Ucrania y campesinos libres. Al mismo
tiempo era uno de los países más grandes de la Europa de entonces, en que
vivían representantes de muchas naciones. Entre ellos hubo rusos - antecesores
de los futuros bielorusos y ucranianos, judíos, alemanes, lituanos, tártaros,
armenios, letones, gitanos, italianos, rusos, checos, holandeses, franceses ,
escoceses... Eran de religiones diferentes....
Los más numerosos eran los católico-romanos, luego los
ortodoxos, griego-católicos y creyentes del judaísmo. Hubo luteranos y calvinistas,
arianos y anabaptistas, hermanos checos y moravitas, menonitas, cuáqueros.
Armenios, musulmanes, caraimos... Un mosaico de culturas, idiomas, tradiciones
y cultos que sólo gracias a la tolerancia podía mantenerse vivo. Por lo tanto,
cuando se debilitaba la tolerancia, se debilitaba también el estado. Pero
durante su existencia nacían nuevas ideas, nuevos movimientos religiosos (como
el arianismo democrático, ilustrado, o el rabinismo místico judío).
Aquella Polonia antigua de los siglos XV - XVIII no
era un ideal. A medida del paso del tiempo, tras las grandes rebeliones de los
cosacos ortodoxos en el Este del país, después de las guerras con las potencias
vecinas (la Suecia luterana, el Moscú ortodoxo, la Turquía musulmana) crecía la
discriminación de personas de otros cultos. Sin embargo, hasta los tiempos de
las reparticiones del país por tres potencias (Rusia, Austria, Prusia) a fines
del siglo XVIII, los judíos tenían su autogestión local y el parlamento propio;
los protestantes y los ortodoxos - aunque su importancia en la vida pública iba
disminuyendo - podían desempeñar cargos oficiales, incluidos los altos. Pero la
tolerancia decaía. Hubo casos de manifestaciones locales contra la gente de
otras religiones, se multiplicaban actos de agresión sin producirse reacción
del estado debilitado. Sin embargo continuaba el pluralismo religioso: no se
prohibía a los calvinistas, luteranos, ortodoxos, judíos ni musulmanes profesar
su fe o imprimir libros religiosos, no se les privaba, por esta razón, de los
bienes, títulos y cargos (aunque el acceso a estos últimos se volvía cada vez
más difícil). Por fin la primera constitución europea del 3 de Mayo de 1791 dio
fin al creciente mal, volviendo a las viejas ideas de tolerancia.
Desgraciadamente ya era demasiado tarde : al cabo de cuatro años el estado
polaco quedó completamente borrado del mapa europeo.
En el siglo XIX - período de las reparticiones -
seguía existiendo el pluralismo en la religión y cultura, y miles de personas
de distintas religiones y culturas escogían la identidad polaca. También las
sublevaciones contra la ocupación por las tres potencias unían a las personas
de religiones diferentes, y, por ejemplo, a la cabeza de las manifestaciones
nacionales en Varsovia frecuentemente estaban un cura católico, un pastor
protestante y un rabino.
A fines del siglo XIX el nacionalismo moderno, atizado
por las potencias ocupantes, debilitó las aspiraciones comunes a la libertad y
la tradición de muchos años de tolerancia. En 1918 Polonia volvió a ser un país
libre, pero agitado con tensiones nacionalistas y religiosas. Los polacos
católico-romanos constituían la mayoría, pero hasta un 40% eran personas de
otras creencias y naciones (principalmente los judíos, ortodoxos, ucranianos o
bielorusos griego-católicos, alemanes protestantes, sin mencionar el mosaico de
naciones y religiones menores). Iba creciendo el nacionalismo, surgían
conflictos nacionales y religiosos, sobre todo en los años treinta, a medida en
que se debilitaba la democracia y crecía el temor ante la siguiente guerra
mundial. A pesar de ello, el pluralismo religioso y nacional se fortalecía en
la cultura y costumbres, y la mayoría de la gente común y corriente vivía en
vecindad, respetando las diferencias.
Las ocupaciones nazi y soviética rompieron este estado
de las cosas: tres millones de personas murieron en los campos de concentración
y en acciones bélicas, millones fueron transportados hacia lugares
desconocidos, expulsados para siempre de sus hogares. Los mártires polacos de
aquellos tiempos crueles eran millones de asesinados en la hecatombe nazi y en
las calles; martirizados en los gulags y prisiones soviéticas; muertos en las
cámaras de gas en los campos de exterminio alemanes. Estuvieron entre ellos: el
fraile católico - padre Maksymilian Kolbe, y el arzobispo viejo-católico de los
mariavitas - padre Jan Maria Kowalski, y el gran escritor de origen judío -
Bruno Schultz, y el arzobispo principal de la iglesia evangélico - Augsburga -
padre Juliusz Bursche... Los nazis destruyeron casi todos los templos de
Varsovia y muchos más en todo el país, devastaron ochocientos cementerios
judíos en Polonia y casi todas las sinagogas (se salvaron sólo 15).
Polonia salió de la II guerra mundial como el país de
una sola religión - la católica. Se debía, entre otras razones, a la pérdida de
los territorios del Este (antes de la guerra pobladas principalmente por los
ortodoxos), fugas y expulsiones de los protestantes alemanes de los territorios
del Norte y Oeste, y al exterminio por los nazis de casi toda la población
judía, los creyentes de judaísmo.
El catolicismo polaco continúa siendo, sin embargo,
rico y diversificado. Se trata tanto de la fe popular, relacionada con las
costumbres y el folklore, como la de los intelectuales liberales. Es el tradicionalismo
religioso y moral, como también los nuevos y dinámicos movimientos religiosos.
Y ante todo, es la conciencia de que aquel patrimonio de diversidad religiosa y
tolerancia de varios siglos, la sociedad abierta, democrática y la economía de
mercado, constituyen valores fundamentales para los católicos polacos. Ello
precisamente es lo que expresa el diálogo poco fácil del catolicismo polaco con
los cristianos de otros cultos, y también con los no cristianos (principalmente
con el judaísmo). Según documentos importantes tales como la carta del
Episcopado a los ,,hermanos mariavitas" (corriente del viejo catolicismo
polaco) pidiendo perdón, otra carta que decididamente condena cualquier tipo de
expresión antisemita, incluso la más ocultada. Aparecen traducciones ecuménicas
de la Biblia. Algo normal y de costumbre se han vuelto rezos comunes de los
católicos, ortodoxos y protestantes.
En la Polonia democrática está vigente el derecho muy
liberal de culto. Con apenas 15 personas se puede registrar una asociación
religiosa. Pero el registro no es obligatorio y por eso, de manera oficial e
inoficíal, funcionan en el país decenas de iglesias diferentes, asociaciones de
culto y sectas, que a veces cuentan desde más de diez hasta varias centenas de
personas (aprox. 130 tiene situación legal arreglada). La mayoría de los
miembros de la Iglesia Católico-Romana es de rito latino. Más de cien mil de
ellos son católicos unitarios de rito ucraniano-bizantino (anteriormente
llamado griego-católico), subordinado a Roma, pero manteniendo la liturgia
oriental. Junto a los unitarios de rito ucraniano-bizantino hay en Polonia
pocos fieles de liturgia bizantino-eslava (300 personas) y 8 mii armenios
unitarios.
El catolicismo en Polonia - aparte de los
católico-romanos de varios ritos - está representado también por las iglesias
nacionales viejo-católicas, entre otras, la Iglesia Polaco-Cautica (más de 61
mil fieles), la Iglesia Viejo-Católica de los Mariavitas (más de 26 mil
fieles), la Iglesia Católica de los Mariavitas (aprox. 3 mil fieles).
Después del catolicismo el segundo lugar lo ocupan los
fieles del cristianismo oriental, en nuestro país casi totalmente ortodoxo. Así
que la mayor iglesia, aparte de la Católico-Romana, es la Iglesia Polaca
Autoquefálica Ortodoxa con más de 534 mil fieles. Derivan de la iglesia
ortodoxa: la Iglesia Oriental de Liturgia Antigua (que no tiene jerarquía
eclesiástica y cuenta con aprox. 500 fieles) y dos comunidades pequeñas de
liturgia vieja - los sinpopes y los filipones - que ya están desapareciendo.
Junto a éstas funciona también, en las regiones orientales del país, la
comunidad de la secta mística ortodoxa - los flagelantes. Aparte de la iglesia
ortodoxa y sus derivados existe también en Polonia un grupo de armenios
disunitarios.
Ramificado - aunque poco numeroso - es el
protestantismo polaco. Su tronco tradicional, presente en Polonia a partir del
siglo XVI, está formado por las iglesias evangélicas de la 1 Reforma:
Evangélico-Augsburga (luteranos) y Evangélico-Reformada (calvinistas). La
primera tiene 85 mii fieles, la segunda - 4 mil. De los movimientos
protestantes de la Segunda Reforma derivan algunos otros cultos, sobre todo la
Iglesia de Cristianos Baptistas (más de 5.5 mil fieles) y la Iglesia
Evangélico-Metodista (más de 3,4 mil fieles). El protestantismo tardío
(principalmente del siglo XIX, de origen americano) está representado por
distintas corrientes. Al movimiento adventista pertenece la Iglesia de los
Adventistas del Séptimo Día (más de 10 mil fieles), surgida de ésta la Iglesia
de los Cristianos del Día Sábado (430 fieles) y las muy pequeñas - la Iglesia
Reformada de los Adventistas del Séptimo Día y los Adventistas del Séptimo Día
- Movimiento Reformatorio.
El movimiento de investigadores está compuesto por
unas cuantas comunidades religiosas. La mayor de ellas es la Atalaya - Sociedad
Bíblica y Tratadista, la Asociación Religiosa Registrada de los Testigos de
Jehová en Polonia, la tercera religión en Polonia según el número de fieles
(más de 130 mil) que se desarrolla con gran dinamismo, debido principalmente a
su pacifismo radical. Otros movimientos investigadores son: la Asociación de
Investigadores Libres de la Sagrada Escritura en Polonia (aprox. 400 fieles),
el Movimiento Láico Místico ,,Epifania" (unos 2 mil fieles), la Asociación
de los Investigadores de la Biblia en Polonia. Los Invirgianos forman la
Iglesia Nueva Apostólica en Polonia (1 mii fieles), los ,,scientistas
cristianos" - pequeña Asociación de la Ciencia Cristiana, y los mormonos
-la Iglesia de Jesucristo de los Días Santos Últimos (unos 70 fieles). Hay
también algunas comunidades de .pentecosteses". De las iglesias y
asociaciones protestantes más importantes en Polonia hace falta mencionar
también la I~1esia de los Cristianos Libres (aprox. 1,8 mii fieles) y la
Iglesia de Cristo (más de 5 mil fieles).
Las religiones no cristianas están representadas en
Polonia tanto por las asociaciones religiosas tradicionales de los tártaros (la
Asociación Religiosa Musulmana con más de 5 mil fieles), de los judíos (entre
otras, la Asociación de las Comunidades Religiosas Judías con aproximamamente
1,8 mil fieles) y de los caraimos (Asociación Religiosa Caraima con 200
fieles), como también por las nuevas religiones de origen oriental. Estas
últimas se han arraigado bastante entre la generación joven. Son de origen
hindú, budista, islámico. Han dominado - sobre todo en caso de Krishna y varios
tipos de budismos - a miles de personas. Han llegado a Polonia principalmente
por intermedio de la cultura occidental, por eso aparecen generalmente en forma
de así llamados cultos sincréticos, o son vecinos a estas culturas. Tienen
algunos puntos de contacto con las parareligiones (teosofía, movimientos de
meditación, artes marciales, magia, ,,alta consciencia", neognosticismo
etc.) y con la cultura New Age. Esta última penetra en Polonia cada vez más
ampliamente, convirtiéndose en uno de los elementos de la cultura masiva
polaca.
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