miércoles, 14 de septiembre de 2016
Cuando los polacos frenaron al Islam
El 12 de septiembre de 1683 los húsares polacos bajo el mando del rey Jan III Sobieski defendieron a Europa de la islamización en la batalla de Viena derrotando al poderoso ejército turco.
Los turcos habían asolado a los Balcanes y toda Hungría y ahora comenzaron a asediar la capital imperial del Sacro Imperio Romano Germánico. Unos 150.000 soldados turcos, al mando del visir Kara Mustafá, pretendieron conquistar la ciudad como puerta de la islamización de toda la Europa Central.
Lo inició el gran visir Kara Mustafá, que necesitaba desesperadamente un éxito militar para reforzar su posición inestable. Los turcos, avanzaron con una fuerza abrumadora, habiendo reunido al mayor ejército musulmán desde los tiempos de Saladino.
Sitiaron la ciudad el 16 de julio, pero su falta de artillería de asedio y la feroz resistencia de la ciudad permitió al Emperador Leopoldo I pedir al Papa reunir un ejército. Y así fue, el Papa llamó a una cruzada, ésta vez para defender la ciudad cristiana, Viena.
A la llamada acudieron todos los países cristianos de Europa (excepto el propio rey de Francia, al que llamaron «el rey Moro»), bien con tropas, o solo con aportación monetaria (como hizo España). No obstante, la mayor ayudan lo hicieron los polacos y una mínima alemana en ayuda de las tropas austríacas, derrotando al ejército turco en una batalla librada delante de los muros de la ciudad el 12 de septiembre de 1683.
El 12 de septiembre, una coalición de reyes y príncipes de naciones cristianas: Juan III Sobieski (o Jan III Sobieski), rey de Polonia, lideraba la coalición; el margrave Luis Guillermo de Baden-Baden; el duque Carlos V de Lorena y otros muchos príncipes, generales y ministros alemanes, polacos y austriacos, junto con voluntarios italianos, acudieron a la defensa de la capital Viena del imperio de Leopoldo I.
Las tropas cristianas alcanzaban la mitad de los efectivos turcos y no contaban prácticamente con artillería sin embargo, el alto mando turco no consideró a las tropas de socorro, compuestas por polacos y tropas de todo el Imperio como una amenaza, y no ordenó a sus tropas situarse en formación de batalla, algo que costó la cabeza al general otomano pocos días después. Aprovechando esto, los húsares polacos lanzaron una carga de caballería arrolladora sobre las tropas turcas.
La batalla fue violentísima y breve y en su mayor parte, se desarrolló en el campamento otomano y en las trincheras. Los otomanos, al no estar en formación no pudieron detener la carga de los aliados. En pocas horas los turcos sufrieron unas 20.000 bajas, huyendo una parte considerable de ellos. Viena no había caído en poder otomano.
Por eso, la Batalla de Kahlenberg supuso un antes y un después en la historia europea. Se opuso al poder del Imperio otomano, el cual ya no se extendería más.Poco a poco, Austria, Hungría, Rusia y Polonia irían recuperando sus territorios perdidos.
Según algunos historiadores, si Viena hubiera sido conquistada en 1683, esto habría supuesto un paso enorme para la posible conquista del resto de Europa por parte de las fuerzas islámicas, aunque con toda seguridad esto sería ya impracticable debido a la abrumadora inferioridad militar y tecnológica del Islam respecto a Europa, la conquista de Viena también podría haber supuesto el acceso del Imperio Otomano a esta tecnología civil y militar.
Para la Iglesia cristiana de la época supuso un importante triunfo.
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Las pelotas de los polacos... SIEMPRE
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