martes, 28 de abril de 2015

Murió Wladyslaw Bartoszewski


Escritor, historiador, político polaco y artífice de la reconciliación. Fue héroe de la resistencia armada antinazi y salvador de judíos durante la Segunda Guerra Mundial
Cuando el viernes por la noche murió en Varsovia a los 93 años Wladyslaw Bartoszewski, toda la Polonia culta, consciente, democrática y cristiana tuvo motivos de pena, zozobra y reflexión. Fue uno de los personajes que más cabalmente encarna la dramática historia polaca del último siglo.
Preso de Auschwitz, héroe de la resistencia armada antinazi y salvador de judíos del holocausto durante la Segunda Guerra Mundial, héroe de nuevo de la resistencia política anticomunista y preso en los calabozos del estalinismo en la posguerra, gran campeón de la reconciliación entre Polonia y Alemania, que tendió puentes entre polacos y judíos, entre católicos y laicos, entre viejos y jóvenes, escritor e historiador, dos veces ministro de Exteriores en la Polonia democrática poscomunista, senador, educador de jóvenes y tantas cosas más... puede enseñar a generaciones de polacos cómo vivir una vida digna y sabia. Ha muerto un hombre pleno, católico cumplido y ciudadano perfecto.
Cuando en 1941, a los 19 años, salió moribundo de Auschwitz fue a confesarse con un sacerdote. "No te apiades de ti mismo", dijo el cura. Y refiriéndose a los miles de judíos que iban camino del campo de Auschwitz en vagones de carga agregó: "Al lado tuyo hay gentes que sufren más porque están condenados a morir".
Bartoszewski sobrevivió, y vivió toda su vida fiel al idea de salvar y servir a otros hombres.
Fue uno de los máximos artífices de la reconciliación histórica entre Alemania y Polonia. Cuando en 1995, como ministro de Exteriores de la Polonia democrática renacida, habló en el Bundestag , no sólo los diputados alemanes sino también 20 millones de televidentes seguían en silencio sus palabras en un fluido alemán. Invitó una vez al canciller alemán Helmut Kohl a visitar Auschwitz. "Ya estuve allí". dijo Kohl. "Yo también", respondió Bartoszewski.
Su mensaje de amor y reconciliación, respeto y recuerdo al otro por encima de rupturas históricas e ideológicas, étnicas y religiosas, lo llevó a generaciones de jóvenes visitando colegios, escuelas y universidades. Sus charlas, pronunciadas a la velocidad de una ametralladora (Maschinengewehr le llamaban sus amigos durante la guerra), fueron seguidas con admiración e incredulidad ante el coraje y la humanidad del profesor.
Su rechazo del abuso nacionalista del catolicismo y la fe le deparó odios de los nacionalistas polacos y disgustos personales, pero también reconocimiento de muchos más. "Un pueblo no son todos ángeles", decía. En una de sus últimas entrevistas dijo: "Si permito que se celebre mi cumpleaños, no es porque me crea importante, sino porque pueden ser los últimos". Y añadió: "No me despido de la vida. Tengo un libro más por escribir. Pero la vida tiene sus derechos. En todo caso, me iré corriendo". Así fue.

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